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El talento está sobrevalorado.
La experiencia está sobrevalorada.

Aprendes algo y vas mejorando. El talento puede ayudar en esta fase inicial pero llega un punto que ya no mejoras más aunque pase el tiempo, es como si llegases a una especie de meseta. Nos pasa a todos.

Sin embargo, ves a un experto en ese mismo dominio y aprecias una diferencia enorme. Otros podemos llegar a tener años de experiencia y no ser expertos.

Desde hace un tiempo, cuando me ha tocado realizar una entrevista de selección, me fijo mucho menos en la experiencia y mucho más en otros detalles que denotan pasión. Por ejemplo si esa persona dedica algo de su tiempo libre a algo relacionado con su trabajo, si tiene opiniones formadas y fuertes sobre determinados temas, etc…

Cada uno de estos aspectos tiene mucho más importancia que la experiencia para ser un buen candidato.

Y es que llegar a ser experto, tanto si se trata de competencias físicas como intelectuales, requiere practicar de una forma deliberada. La «práctica deliberada» es algo que ya está inventado y que debe cunplir algunas condiciones para que sea efectiva:
     – Debes practicar fuera de la zona donde ya estás a tus anchas pero tampoco que te resulte imposible avanzar.
     – Debe ser una práctica diseñada para ti, adaptada para ti. Debe costarte un gran esfuerzo mental tanto si es algo físico como si es intelectual lo que practicas.
     – Debe ser repetible y debes repetirlo bien. Si no, lo aprenderás mal.
     – Y debe tener un feedback inmediato y regular para poder aprender de tus errores.

Esta es la única forma de llegar a ser un experto. Alguien que domina la materia, que se autocritica y que siempre continúa aprendiendo sobre dicho tema.

Como ves, la práctica deliberada no es sencilla. Lo normal es que no puedas hacerla tú mismo pues no eres objetivo y por tanto necesites un profesor. Un profesor que pueda diseñar un entrenamiento para ti, mantenerte en tu zona de prácticas idónea y que te dé un feedback constante y objetivo. Esta es la razón por la que los jugadores profesionales de golf siguen teniendo un profesor.

Un ejemplo muy conocido es el de Benjamin Franklin.

Su padre le impulsó a escribir mejor y él, de forma instintiva, realizó un aprendizaje mediante la práctica deliberada.

Dedicó muchas horas a leer ensayos publicados en algunas de las revistas donde él quería publicar como la publicación «Spectator». Los leía, analizaba su estructura, apuntaba las ideas en sus propias palabras, los repetía de memoria y los dejaba unas semanas hasta que se le olvidasen.

Después intentaba volver a escribir el ensayo y lo comparaba con el original. Llegó incluso a escribir en verso los ensayos para forzarse a aprender un mayor vocabulario.

El resultado fue que sus habilidades mejoraron sorprendentemente y hoy en día es recordado por su capacidad de escritura y oratoria.

Si estás aprendiendo algo, un idioma, un deporte, a escribir o mismamente tu profesión y quieres llegar a ser experto, debes plantearte practicar deliberadamente, y, para ello, no descartes que necesites un profesor o un coach.

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