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Al principio, si estás poniendo en marcha una idea, necesitarás un impulso constante y fuerte.
Las ideas son como semillas. Al principio es cuando más vulnerables son. No son más que una frágil hierba. Hay que regarlas y cuidarlas del sol. Mimarlas.

Una vez el árbol está crecido y está dando sus frutos, es más fácil de cuidar. Y sus frutos, si son plantados y no consumidos, pueden proporcionarte otros árboles.

Tendemos a pensar que una idea funciona o no funciona y no es así. Una vez en el mercado y lista para consumir, tu idea no se vende sola, necesita mucha atención, darse a conocer, etc…
Necesita mucho empuje del emprendedor.

Uno de esos empujes clave es salir y conseguir clientes. Es como si le echaras agua a tu semilla.
Desgraciadamente ocurre muy pocas veces que los usuarios o consumidores se lancen a tu producto y lo vendan por el boca-oreja de forma rápida.

Lo normal es que tengas que salir y buscar tus clientes.
En lugar de sacar algo al mercado y ver si funciona, busca tus clientes, aunque sea uno a uno, puerta a puerta. Después ya emplearás métodos menos manuales.